24 mayo 2020

20:47 - CAPITULO 3

20:54. Primera parada antes de que se vaya.

Tren estacionado. Puertas abriéndose. Gente saliendo. Gente entrando. ¿ Él ? Yo. Nosotros.

Justo en esos segundos entre los que algo se interpuso entre nosotros, me dio tiempo a retomar el aliento. Se me había olvidado respirar otra vez, no sé cómo no me había puesto morada ya.

Tras la salida y entrada de gente, quería volver a clavar la mirada en él, esperando volver a fundirnos en una mirada íntima, tierna y sincera, pero que éramos nosotros para tener algo íntimo, si apenas sabíamos nada el uno del otro.

Llevábamos un mes viéndonos de lunes a viernes, en el mismo tren de vuelta a casa, a la misma hora, 20:47, pero en verdad no nos conocíamos de nada. Éramos dos completos extraños en un tren, que se miraban, que había atracción, pero que en verdad era algo vacío. Nunca habíamos cruzado palabra. Yo intuía en que trabajaba, sabía que tenía perro, que no era de Madrid, y qué vivía solo. Sabía todas esas cosas de él porque había estado atenta a cada detalle. ¿ Y él, que sabría él de mi ?

Sé que estaréis pensado que soy una “ fisgona ”, que sé muchos datos sobre él, que me he metido de lleno en su vida personal, que he descubierto muchas cosas con tan solo observándole, pero es que no os he contado el principio de nuestra historia…

Los primeros días que nos “conocimos”, yo llevaba una semana muy mala en el trabajo, todo eran problemas, contratiempo y obstáculos. No era yo. Estaba decaída, triste, desanimada. No sabía cómo se me habían juntados tantos sinsabores en una misma semana.

Al entrar esos días en el vagón, en vez de quedarme de pie, como suelo hacer siempre, me senté. Y qué casualidad, delante de él. Los primeros dos días, fue algo natural, sin pensarlo ni quererlo, me sentaba, me dejaba caer en el asiento y desconectaba escuchando música. Estaba taciturna. No sé en qué momento él se fijó en mí, pero al llegar el viernes de la primera semana, antes de bajarse en su parada escuche: “ Todo pasará y volverás a sonreír “. Y la verdad, no sé si me lo decía a mí, o la persona con la que estaba hablando por teléfono, pero me lo tomé como algo personal, porque era justo lo que necesitaba oír en aquel momento. Y ya, todo cambió.

Habíamos llegado a la siguiente parada, 20:57.


                                                    ~ Lucia Rodriguez ~

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